Las religiones no inventaron nada. O sea, sí, inventaron un montón de cosas, pero mayormente se fueron choreando unas a otras, conquistas mediante, para reforzar esa conquista. Típico llegar, tomar Jerusalén y usar lo que ya está construído cambiando de dios, de color y, obviamente, de fronteras.
Y en este tomar simbologías previas, muchas veces se buscó la forma de hacer coincidir fechas, para mantener las festividades. Los cristianos lo hicieron con los pagano. El ejemplo más mencionado es la elección del 25 de diciembre como la fecha de nacimiento de Cristo para que coincidiera con la festividad romana del solsticio de invierno que se celebraba en esa fecha y que por ser tan popular consideraron oportuno aprovecharla para no andar desperdiciando público.
Pero antes de eso los romanos le pidieron prestadas las fechas a los griegos, y los griegos a los sumerios y así toda una cadena de celebraciones que pasaron de mano en mano, adjudicándole distintos significados, pero que cuando le seguimos el rastro, la gran mayoría de las veces nos llevan al mismo lugar: el cielo. Porque todo inicio está en el cielo.
Una de esas festividades es la, ahora, tan popular Halloween, que tiene su origen en una costumbre de druidas y antiguos celtas de lo que hoy conocemos como Gran Bretaña. Esta fiesta marcaba un momento del año en el que se empezaba a notar más el cambio en la duración del día, dado el avance del Sol entre el equinoccio y el solsticio. Algo así como el medio tiempo entre un cambio de estación y el otro.
Equinoccios, solsticios y “cuartos de día” sobre la órbita de la Tierra alrededor del sol. Halloween es el cuarto día cruzado del año. Imagen vía NASA.
Los celtas lo denominaban “cross-quarter day”. Un día que, aproximadamente, está a medio camino entre un equinoccio y un solsticio. Naturalmente, hay cuatro días de este tipo a lo largo del año. Halloween, celebrado el 31 de octubre, está bastante cerca de la fecha en la que generalmente tiene lugar ese día en el hemisferio norte. Es decir, tenemos ocho subdivisiones de las estaciones. Por un lado, los dos equinoccios y solsticios. Por otro lado, los cuatro cross-quarter days, que también reciben sus denominaciones, y de los cuales el más famoso es, sin dudas, el día de la Marmota que se celebra el 2 de febrero
Si bien ahora se festeja con día fijo, ese día no coincide exactamente con el de las celebraciones celtas. Esto pasa porque la festividad estaba asociada, por supuesto, a un evento astronómico: el paso, por el cénit (el punto más alto en el cielo para un observador determinado), durante la medianoche, del cúmulo abierto que hoy conocemos como las Pléyades. Quizás uno de los cúmulos abiertos más lindos que podemos ver y encima a simple vista.
Cúmulo abierto de las Pléyades. Crédito: NASA, ESA, AURA/Caltech, Palomar Observatory
Ese paso se daba cerca de nuestro actual 7 de noviembre, pero la cuestión de las fechas tiene varias complicaciones, no sólo por el sin fin de adaptaciones que ha sufrido nuestro calendario, sino por los quilombos con los movimientos de la Tierra y de las estrellas que nos obligan a hacer esos cambios (de esto ya vamos a hablar, pero vayamos de a poco). De hecho en la actualidad el día de la culminación (el paso por el cénit etc) de las Pléyades se produce más cerca del 21 de noviembre. Pero más o menos andaba por ahí, y el festejo del Samhain celta mantuvo su vigencia y llegó hasta nuestros días.
En la mitología celta, las Pléyades eran algo así como una puerta entre el mundo de los vivos y los muertos, y esa puerta se abría durante la celebración de Samhain. Posiblemente esta idea esté relacionada con eventos estacionales, como el cambio en la duración de la noche y el día que se da para esa fecha, y, dado que en el hemisferio norte se relaciona con una disminución de las horas de luz, con esa idea que se repite de que la noche es peligrosa porque es cuando salen a vagar los espíritus.
Una de las cosas que más me gusta de la humanidad (?) es esa necesidad constante de transformar todo en una historia. Porque quizás era más fácil decir “mirá loco, de noche se llena de bichos recontra peligrosos, que tienen capacidades sensoriales distintas, que le dan ventaja sobre vos, humano opa, que apagan dos luces y ya no ves nada”. Pero es posible que los celtas no tuvieran ni idea de qué son las capacidades sensoriales, ni qué diferencias hay entre humanos y animales, y siempre es más efectivo echarle la culpa a algo que de día tampoco podés ver, porque eso es lo que realmente asusta, lo que nos es ajeno.
Pero bueno, volviendo a nuestra fiesta ritual, los druidas aseguraban que durante el Samhain la frontera entre nuestro mundo y el mundo sobrenatural estaba abierta, dándole a los fantasmas la posibilidad de volver (como pasa el sábado 3am cuando las fiestas llegan al punto cúlmine y entran a volar mensajitos con destinos, de mínima, polémicos). Dos de las tradiciones que hoy se mantienen, la de los disfraces y los dulces, vienen también de costumbres de esa época, en la que los celtas se disfrazaban para tratar de ocultarse y pasar desapercibidos entre los espíritus; otra costumbre de esa época era enterrar manzanas a los bordes de los caminos para darle de comer a los muertos, y para que ningún espíritu pase hambre, se le pedía colaboración a los vecinos, algo así como el antepasado del dulce o truco.
Y acá me parece que está el mejor argumento a favor de las celebraciones: la posibilidad de compartir y acompañarnos, de enfrentar los miedos de forma colectiva. Porque en definitiva tocar la puerta de cada vecino, pedir una colaboración, dar lo que no me sobra pero ayuda a toda la comunidad, disfrazarnos para, entre todos, esperar a que se cierre la puerta al otro plano, es una forma de construir comunidad. Puede que no sea la fiesta más argenta de la historia, pero de esas tenemos varias en el calendario (bien recibidos esos feriados); si nos permite acercarnos, celebrar, abrazarnos, pasar un buen rato para divertirnos como si el mundo no fuera así de horrible como es, creo que no sobra.
A mí me gusta decir que el cielo fue la primera versión de la tele, porque no había mucho para ver más que lo que pasaba ahí arriba. Y las formas, los movimientos, las luces y las sombras, fueron fuente de inspiración para todas las sociedades de la historia de la humanidad. Evidentemente, más allá de la ubicación geográfica, de la conexión con otras culturas, etc, siempre le tuvimos miedo a las mismas cosas, y el cielo nos sirvió para expresarlo, para plasmarlo, pero también para predecir cuándo había llegado la hora de asustarse, cosa que no nos agarre desprevenidos.