Notas | Sueños de juventud

Sueños de juventud

El 13 de marzo de 1938 fue fusilado en la entonces Unión Soviética el líder bolchevique Nikolai Bujarin. Posiblemente hoy no nos diga nada ese nombre, pero su historia no solo nos llama a reflexionar sobre la fuerza de las ideas, sino que es un canto a la convicción y los sueños colectivos por sobre las contradicciones y las miserias humanas.

Bujarin nació el 27 de septiembre o el 8 de octubre de 1888 (según qué calendario usen, pueden entender esto escuchando al genio de Pablo Molinari cuando vino a CFM). Siendo muy joven se unió al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso -luego Partido Bolchevique en una de sus dos facciones- y desde allí participó de la fallida revolución de 1905, lo que le valió la cárcel y el exilio.
En 1917, cuando estalló la revolución de febrero (marzo en nuestro calendario), volvió desde los Estados Unidos a su patria, al igual que tantos otros dirigentes como Lenin y Trotsky.

En su exilio, Bujarin se había destacado por ser uno de los máximos teóricos del marxismo ruso, a la par del líder del bolchevismo, Vladimir Illich Lenin. A su regreso, fue de los pocos que apoyó las famosas Tesis de abril de Lenin, donde éste decía que tras la Revolución de Febrero, los bolcheviques debían tomar el poder, cosa que se materializó el 7 de noviembre de nuestro calendario (octubre para los rusos en aquel entonces).

Tras la Revolución de Octubre tuvo un importante rol durante la guerra civil contra los ejércitos zaristas y occidentales. Sin saberlo, este gran currículum dentro del Partido y la revolución le iban a costar muy caro dentro del mismo gobierno soviético en el futuro.

Lenin murió en 1924 y en su famosísimo testamento lo señaló a Bujarin como uno de los principales líderes bolcheviques, aunque criticaba -como hacía con todos- su excesivo enciclopedismo. Pero la realidad es que Bujarin era una de las figuras más populares del Partido. Ya antes de la muerte del líder ruso, Bujarin había obtenido un gran rol al ser uno de los principales ideólogos de la “NEP” (Nueva Política Económica). Es allí cuando comienza su breve período de esplendor político, como el principal teórico económico del gobierno, miembro del politburó y el destacado cargo de “Secretario general de la Internacional Comunista”. Por si fuese poco, Bujarin también era el principal editor de Pravda, el diario oficial del Partido, palabra rusa que significa nada más que “la verdad”.

Pero con el paso de los años la política económica de la NEP -la cual incluía un giro más moderado, liberal y agrario en el camino al comunismo- entró en un fuerte cuestionamiento por parte de lo que se llamó como oposición de izquierda entre los años 1923 y 1927. Este cuestionamiento tenía en León Trotsky a su máximo referente, aunque no lo encabezara formalmente. Los planteos de este sector giraban alrededor de la necesidad de colectivizar las granjas y dar un impulso inmediato al sector industrial. La gran figura ascendente de aquel momento, Iósif Stalin, se apoyó en la joven estrella Nikolai Bujarin para enfrentar al grupo disidente. Bujarin era virtualmente el segundo hombre en importancia en la URSS.

Pero a esta altura ya se deben imaginar qué ocurrió. Para 1928, Stalin, consolidado ya como único e indiscutido líder de la patria de los soviets, decide un giro inesperado: tras haber vencido a sus enemigos internos, adopta -con algunas diferencias, sobre todo en la virulencia con que se aplicaría- el programa de sus viejos opositores. Bujarin, hasta ese entonces aliado de Stalin, se resiste y pasa a liderar lo que fue conocido como la Oposición de derecha. Bujarin pasó de ser el mayor lugarteniente de Stalin a ser completamente marginado del Partido, relegado a cargos completamente menores tras la derrota de sus planteos.

El Partido Bolchevique tenía ya instalada una lógica de depuración interna conocida como “purgas”, donde dirigentes que eran cuestionados por sus acciones o posicionamientos eran desplazados de sus cargos. La primera gran purga fue realizada por el mismísimo Lenin en el año 1921, cuando se termina la guerra civil, se instala el partido único y comienza a aplicarse la NEP. Pero Vladimir Illich siempre señalaba que el límite para la violencia eran los propios, que no era concebible derramar sangre entre bolcheviques.
Stalin, como ya se imaginan, no cambió esta práctica, pero la llevó al extremo. Durante algunos años las purgas más o menos continuaron la misma dinámica que Lenin había instalado: remoción de cargos, marginación y en el peor de los casos expulsión. Pero Stalin iba a ir mucho más allá. Es en ese marco donde en 1929, enfrentado con la colectivización forzosa y la industrialización desenfrenada, Nikolai Bujarin queda excluido de los importantes espacios de poder que ocupaba.

En 1936, Stalin dio comienzo un proceso conocido como “Gran Purga”, donde importantísimos líderes bolcheviques, en su mayoría partícipes de la Revolución de Octubre, iban a ser purgados. Pero esta vez, iban a pagarlo con su vida. Inmortalizado en los escandalosos “Juicios de Moscú”, Zinoviev y Kámenev (quienes habían conformado un triunvirato junto a Stalin tras la muerte de Lenin) iban a ser fusilados junto a tantos otros con ridículas acusaciones de trotskismo, sabotaje, complot y fascismo. El Gran Terror estalinista había comenzado. Ningún bolchevique estaba a salvo, literalmente, ya que las principales víctimas fueron en su mayoría renombrados miembros del partido y cientos de allegados al incuestionable líder soviético. Haber participado de la Revolución, haber tenido algún enfrentamiento en algún momento con Stalin o simplemente poseer popularidad propia eran sentencias de muerte.

Bujarin desde 1934 había accedido a algunos puestos menores pero que le permitieron volver a la actividad política, sobre todo como director del diario Izvestia, publicación oficial del consejo panruso. Pero todos sabían que los días de Bujarin estaban contados. En 1937 fue detenido tras ser acusado de formar parte de una conspiración liderada desde el exilio por Trotsky en la cual había participado junto al ya asesinado Zinoviev.
Bujarin fue detenido en la temible Lubianka durante trece meses, mientras esperaba su desenlace final. Tras aquellos largos meses, Bujarin confesó sus inexistentes delitos, seguramente con el único fin de proteger a su familia y dar finalización a las torturas a las que debe haber sido sometido. En sus últimos meses, Bujarin escribió una carta que es un documento maravilloso, destinada a su esposa Anna Larina.

La carta a Larina posee un doble filo de perversión. Y es que Stalin decidió quedársela en sus archivos privados y jamás se la entregó a la ya entonces viuda de Bujarin. Esta recibió la carta en el año 1992, poco antes de fallecer, cuando fueron desclasificados los archivos de la URSS tras su desmembramiento. Allí Bujarin expresa lo más profundo de sus convicciones y del drama que estaba viviendo:

“Temo por ti y por los demás, pero especialmente por ti. No guardes rencor por nada. Recuerda que la gran causa de la URSS sigue viva y que esto es lo principal. Los destinos personales son transitorios y miserables en comparación con eso.”
(Pueden leer la carta completa acá: elviejotopo.com/topoexpress/las-dos-ultimas-cartas/ )

Algo estaba claro en todos los militantes del Partido que murieron en manos de Stalin: el partido y la causa de la URSS siempre estuvo por encima de la difícil coyuntura.
La pobre de Larina sufriría una condena tremenda por el simple hecho de haber caminado a la par de su pareja: fue condenada a prisión y pasó 15 años en diversos Gulags prisionera como traidora a la patria.
Antes de ser encarcelado, Bujarin le dictó a su esposa su testamento con la convicción de que sería asesinado. Larina lo copió pero tras la detención de este lo destruyó por miedo. Tras ser ella detenida recitó durante sus 15 años de cautiverio el texto en su mente para no olvidarlo. Tras ser liberada en 1953 los transcribió y en 1961 se lo entregó al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. Allí Bujarin se expresó así:

“Dejo esta vida. Inclino la cabeza, no bajo el hacha proletaria que debería ser implacable pero también honesta. Me siento impotente ante la máquina infernal que, con métodos aparentemente medievales, tiene un poder titánico e inventa una red de calumnias, actuando descaradamente y con total seguridad. (…)

Negras nubes se ciernen sobre el Partido. Mi sola cabeza, que no es culpable de nada, arrastra a otros miles de cabezas inocentes. Se necesita crear una «Organización bujarinista» que, en realidad no sólo no existe ahora, cuando hace ya siete años que no siento ni sombra de discrepancia con el Partido, sino que tampoco existía entonces, en los años de la Oposición de derecha.(…)
Soy miembro del Partido desde los 18 años y el objetivo de mi vida fue siempre luchar por los intereses de la clase obrera, por la victoria del socialismo. En estos días, un periódico que lleva el sagrado nombre de Pravda, publica la vil mentira de que yo, Nikolái Bujarin, intentaba destruir las conquistas de Octubre y restaurar el capitalismo (…)
Me dirijo a vosotros, la futura generación de dirigentes del Partido, cuya misión histórica consiste en aclarar la monstruosa red de crímenes que en estos días terribles está creciendo cada vez más, extendiéndose como el fuego y asfixiando al partido.
Pido a la nueva, honrada y joven generación de dirigentes del Partido que lea mi carta ante un Pleno del Comité Central, que se me haga justicia y se me readmita en el Partido.

¡Sabed, camaradas, que en la bandera que enarbolaréis en victoriosa marcha hacia el comunismo también hay una gota de mi sangre!»

En 1953, con la muerte de Stalin, se liberó a Larina del Gulag y en 1959 retornó a Moscú. Dedicó su vida a tratar de limpiar el nombre de su difunto esposo como este expuso en su testamento, debatiendo con el sucesor de Stalin, Nikita Kruschev, quien realizó una amplia política de desestalinización. Pero lamentablemente la justicia no llegó para Bujarin, que no retornó al panteón de héroes de la Revolución como Anna pedía. Recién en el año 1988, en pleno proceso de desmembramiento del régimen soviético, Mijaíl Gorbachov restituyó su figura.
Anna Larina murió en 1996 a los 82 años.

Sin mucha razón siempre me emocionó la historia de Bujarin. Un revolucionario que logró su objetivo, triunfó, disputó internamente, volvió a ganar y ese mismo triunfo lo condenó a la muerte en manos del que él creía su mayor aliado. Pero lo que más me conmueve es que nunca perdió, ni ante su injusta muerte, sus convicciones y sus sueños de juventud.

En una escena excesivamente improbable no puedo no imaginarlo en la Lubianka, preso, en pésimas condiciones cantando este tango.

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