Notas | Sálvese quién pueda

Sálvese quién pueda

Dos cazadores se meten en la selva para buscar a un peligrosísimo león de melena negra; tomaron todas las precauciones y llevan equipo de sobra para darle caza. Un par de días después, por sorpresa, se encuentran con el león afuera de la carpa, que se queda mirándolos; los dos cazadores se quedan inmóviles y se miran el uno al otro casi sin respirar.

Pasados veinte minutos, uno le dice al otro:

– Pásame mis zapatillas, por favor.

– ¡¿Para qué?!

-Vos pásamelas, que yo ya sé qué hacer.

El otro con movimientos muy lentos saca las zapatillas de la mochila y sigilosamente se las pasa a su amigo que se las empieza a poner muy lentamente.

El otro cazador angustiado le dice en voz baja:

-¡¿Vos te crees que vas a correr más rápido que el león?!

-No, amigo… ¡CON CORRER MÁS RÁPIDO QUE VOS ME ALCANZA!!!!

Ok, el chiste es malo, pero la idea es esa. En las malas, sálvese quien pueda!! Y vale todo para salvarse, incluso cagarse en el compañero. 

Hace rato que en nuestra sociedad se ven situaciones que van un poco por ahí, por ver quién o quienes se salvan, solos y solas. La conclusión a la que mucha gente llega es la del mérito. 

Si fulano se salvo (solo) es porque fue mejor, y ese mejor se extrapola a ser más inteligente, más dedicado, más laburador. Nunca se pone en la balanza que mucha gente se salva solamente por arrancar mejor parada, o simplemente por ser mucho más inescrupulosa que otra gente. Cuando rascas un poco la meritocracia, se cae la pintura superficial del esfuerzo y queda la realidad del privilegio y el egoísmo.

Hoy fuimos testigos de un nuevo paso en la carrera meritócrata de la sociedad. 

En el marco de un gobierno nacional que desde el momento en el que asumió que desfinancia la ciencia, la tecnología y la educación pública; y que llevó a las UUNN a restringir la inscripción de sus estudiantes a sólo un par de materias por cuatrimestre o a apagar luces y ascensores, algo parecía resurgir. El camino del esfuerzo colectivo, para poder salvarnos todos, pareció recuperarse. El 23 de abril, más de un millón de personas, distribuidas a lo largo y ancho del país, salimos a las calles para decirle al gobierno que este pueblo defiende a la Universidad Pública. Que ahí existe un límite. 

La defiende como medio para el crecimiento del país. La defiende como forma de progreso social. La maravillosa movilidad social ascendente, de la que puedo dar cuenta personalmente, como bisnieto de un peón golondrina del noroeste argentino, nieto de un migrante interno que se vino a la ciudad, hijo de un técnico universitario que accedió a la carrera sin haber hecho el secundario y primera generación de profesional universitario, junto a mis hermanos.

La Universidad pública que defendemos es la que le cambia la vida incluso a quienes no llegan a terminar sus carreras, porque transitar las aulas universitarias, aun en los primeros años, ya genera cambios positivos en las personas. 

Yo, como otras muchas personas, me ilusione con esa demostración de colectivismo y federalismo. Universidades jóvenes del conurbano al lado del monstruo inmaculado de dos siglos de existencia que lidera rankings internacionales. 

Poco después de la marcha, el rector de la UBA se reunió con la ministra de capital humano (de quien depende la secretaría de educación). Al día siguiente la ministra recibía al CIN, el consejo interuniversitario nacional, conformado por todas las UUNN. Sí, la UBA empezó a jugar su juego, sola.

Ayer, 14 de mayo, se firmó una resolución ministerial otorgándole a la UBA (y solo a la UBA) fondos de funcionamiento con el incremento porcentual que corresponde según la inflación. Y hoy la UBA suspendió la emergencia presupuestaria.

En palabras de su vicerrector, el ex diputado nacional de la UCR Emiliano Yacobitti: “Gracias a que la sociedad se expresó con contundencia en defensa de las universidades públicas, el gobierno actualizó los gastos de funcionamiento de la UBA (aprox. 300%) para que no tenga que cerrar.” Aunque también declara que la UBA mantendrá la lucha por el presupuesto del resto de las UUNN, ya es el cazador con las zapatillas puestas…

Como egresado y docente de la UBA, hoy no siento el famoso “Orgullo UBA”. Si no entendemos que de las malas nos salvamos todos juntos, al final no se va a salvar ninguno…

Esto es Ciencia del Fin del Mundo.

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