Notas | Público o Privado

Público o Privado

En los últimos días la situación del financiamiento del sector de Ciencia y Tecnología se vio afectada más gravemente de lo que venía siendo afectada. La Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo productivo y la Innovación, principal organismo financiador de la ciencia en Argentina, dijo que no va a pagar subsidios evaluados en 2023 (que tenían que empezar en 2024), y que no va a llamar a ninguna nueva convocatoria este año, y probablemente tampoco en 2025.

¿Cómo piensan en el gobierno nacional que se puede hacer ciencia? ¿Cómo hacer para comprar insumos, materiales de laboratorio, libros, accesos a bibliotecas digitales o software específicos? Todas esas cosas que las personas que trabajan en todas las áreas de la ciencia necesitan para trabajar y no volverse unos ñoquis sin nada que hacer. Algo a lo que apuntan en el gobierno, y que fomenta entre otros el propio presidente del CONICET, es que la guita sea aportada por el sector privado. Guita que históricamente osciló alrededor del 0.15% del PBI, sin importar el éxito o la debacle económica del país. Ese sector que siempre puso lo mismo, sería el responsable de sostener a la ciencia, según el gobierno. De ahí se supone que debería salir la plata.

Pero la necesidad de plata no es lo único. Hay que ver como la obtenemos. Quienes trabajamos en ciencia nos deberíamos encargar de salir a buscar las inversiones privadas. Según dicen, si la investigación es “buena” es obvio que los privados van a querer hacerse con los frutos de esa investigación que les vayamos a vender. Bajo esta visión, sólo se valora a la ciencia por su potencial impacto comercial, sin importar para nada cuestiones como la salud pública, un posible impacto social e incluso el propio desarrollo de conocimiento sólo por el conocimiento en sí mismo.

Pero bueno, los desarrollos científicos a veces llegan al impacto comercial. ¿Cómo lo hacen? Las Startups o Empresas de Base Tecnológica (EBTs), se originan en desarrollos científicos y tecnológicos, y existen en todo el mundo. Unen el conocimiento y la utilidad comercial, y provienen en gran medida de las universidades e institutos de investigación. Incluso muchas de estas instituciones disponen de lugares (con equipos e incluso personal) para incubar a estas empresas. Y es que las startups necesitan ser incubadas, porque existe un proceso muy largo desde una idea probada en el laboratorio (lo que habitualmente hacemos en ciencia) hasta un producto o servicio disponible en el mercado, que se venda bien permitiendo sustentar a la empresa. A todo ese tiempo sin facturar de las startups se lo llama “Valle de la muerte” y sí, los estados (en todo el mundo) financian una parte de esa etapa de las jóvenes empresas. Empresas que, dicho sea de paso, cuentan con una tasa de éxito muy baja: alrededor del 10%. 9 de cada 10 se disuelven sin haber vendido nunca nada. A contramano del mundo, nuestro país también dejaría de financiar estas empresas que también se van a tener que volcar a otra fuente de recursos económicos: los privados. ¿Pero cómo? ¿No había dicho antes que los privados invierten poco en CyT en Argentina?

Si, pero hay otras fuentes más allá de empresas bancando un desarrollo puntual que le interese. Tanto en el mundo como en nuestro país existen los capitales de riesgo o venture capitals. Plata de gente con mucha plata puesta en startups. Una apuesta de alto riesgo, pero que paga muy bien. Porque esos capitales adquieren un porcentaje de la empresa que financian, y con el porcentaje de las empresas que tienen éxito ya salen ganando. Alguna vez leí que Alfredo Zaiat decía que por cada dólar productivo en el mundo se mueven 10 dólares financieros. La timba le gana 10 a 1 a la producción. También en la ciencia.

¿Entonces es posible conseguir plata privada para trabajar en CyT? Sí, claro. Siempre y cuando fundes una empresa y tengas un producto o servicio atractivo (es decir, algo que se pueda vender muy muy caro o a muchísima cantidad de gente). ¿Qué nos dicen los hechos? Existen unas 50 y pico de empresas fundadas por investigadores del CONICET, en áreas como la salud humana y animal, los agronegocios, la industria alimenticia y otros. Más de 10 mil Investigadores y 11 mil becarios en el CONICET y 50 y pico de empresas… Eso no es porque seamos ineficientes, porque en el mundo los números no son muy distintos (conozco cientos de científicos del resto del mundo y ninguno tiene una empresa…). El desarrollo de una investigación hacia algo comercial es un modelo valioso y deseable, pero claramente al que sólo aplican un porcentaje menor de las personas que trabajamos en ciencia. Porque si bien sabemos mucho de algo muy especializado, e incluso a veces hasta podemos presentar patentes para nuestros descubrimientos, eso no nos hace necesariamente hábiles empresarios. Necesitamos también, y mucho, del trabajo del sector de la vinculación científica. Vinculacion que implica hacer enlaces entre las necesidades de las empresas ya establecidas y el conocimiento especializado del nicho científico, o tambien buscar el desarrollo de las patentes que un investigador no sepa o no quiera impulsar como una empresa.

Porque sabemos muy bien que la ciencia no se trata de buscar beneficios económicos como meta. Pero también es cierto que hay que aprovechar el beneficio potencial del conocimiento generado. Ni el estado 100% ni los privados 100%. Y, por último, el impulso no se debe quedar sólo en las personas que llevan adelante una investigación y son capaces de iniciar el camino de una startup. Necesitamos hacer más desde nuevos lugares dentro del sistema científico para optimizar el empleo del conocimiento generado, y ese es uno de los grandes desafíos para el futuro cercano.

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