La Ley Bases llegó a su tratamiento tras una serie de eventos más que exóticos. Su primera versión fue apodada “Ley ómnibus” por su gran cantidad de artículos, 644 para ser más claros. Esta ley funcionaba como un complemento al DNU 70/30 que Javier Milei presentó en la noche del 20 de diciembre del 2023, a sólo diez días de su asunción. Estas dos leyes en conjunto fueron presentadas por el presidente como “la reforma del estado más ambiciosa jamás vista”. Sin perdernos en eternos debates, es posible, considerando la velocidad de estos cambios, en conjunto y de manera tan abrupta, que la afirmación de Milei sea real.
En su primer intento, en el mes de febrero, la ley, presentada en cámara de diputados, fue tratada en una sesión muy extraña. Ya desde el primer día, los diputados y diputadas de Unión por la Patria y la izquierda denunciaban que no había un borrador oficial del proyecto presentado, y que de existir este, poseía modificaciones al tratado en comisión, algo desde ya ilegal. ¿Se puede tratar un proyecto nuevo sin tratamiento de comisión? Sí, es un procedimiento conocido como “tratamiento sobre tablas” pero implica poseer dos tercios de quórum, algo irrisorio que desde ya no ocurrió. Lo más extraño es que el debate de la votación en general no fue pospuesto para el día siguiente una, sino dos veces. Finalmente, tras tres días de debate, se aprobó la ley en general. Siguiendo con la costumbre de los días anteriores, una vez consagrada de manera positiva, se pospuso para otro día la votación de los artículos en particular.
La votación se retomó a la semana siguiente, y tuvo uno de los desenlaces menos pensados posibles, en una verdadera muestra del amateurismo que el gobierno de la Libertad Avanza posee en este campo. Lo primero, no había sido definido cómo se votarían los artículos, si uno por uno, por títulos o por capítulos, lo cual desencadenó una confusión bastante amplia sobre cómo continuar. Una vez comenzada la votación, el gobierno empezó a ver con preocupación cómo varios puntos de la ley eran rechazados, si bien algunos clave como las famosas “facultades delegadas” habían sido aprobados. Tras un par de horas de votación, se llamó a un cuarto intermedio donde fueron convocados todos los jefes de los principales bloques menos el de Unión por la Patria. Tras esa reunión pasó lo inesperado: El propio gobierno, encarnado en su entonces ministro del interior, Guillermo Francos, decidió volver la ley a comisión y suspender la votación. Lo que sucede es que al realizar esa operación, la aprobación de la ley se anula. En palabras de Francos, él desconocía esto, lo cual es posible pero difícil de creer. En palabras de otros, fue una orden de Milei que no quería una ley “a medias”. ¿Cuál es la verdad? imposible saberlo, pero la ley quedaba en suspenso.
Los días siguientes fueron una cascada de mensajes del presidente acusando a los diputados de “ratas” y señalando como traidores a los mismo que no solo le votaron la ley, sino que lo volverían a hacer dos meses más tarde.
Tras esto, en abril llegó la segunda versión de la ley, esta vez con 232 artículos, casi un tercio de la original, aunque con reformas igual de profundas, sobre todo el polemiquísimo “Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones”, popularmente conocido como el RIGI.
El 30 de abril, tras una sesión de más de 36 horas, la ley quedó aprobada en la cámara de diputados con casi todos los capítulos intactos. La votación contó con expresiones difíciles de comprender ,como la del presidente del bloque de la UCR, el cordobés Rodrigo de Loredo, quien tras un encendido discurso muy crítico al gobierno, dijo que él y su bloque iban a votar a favor “para que el gobierno no tenga más argumentos de que no lo dejan gobernar”
Así, se comenzó a cocinar lo que sería la votación en la cámara alta, pasando en los días que separaron ambas sesiones por tremendos escándalos en el Ministerio de Capital Humano relacionados con el acopio de alimentos que no eran ni son entregados, escándalos de corrupción y hasta un presidente que confesó “amar ser el topo que destruye el estado desde adentro”.
La elección llegó cargada de especulaciones. De los 72 senadores que posee la cámara, sólo 33 votos estaban asegurados por votar negativamente, los de Unión por la Patria. Esto significaba que necesitaban 4 votos más para conseguir el rechazo. Del lado de quienes votaban a favor se encontraban los senadores de La Libertad Avanza, el Pro y los “dialoguistas” de Hacemos Coalición Federal y la UCR con su discurso bipolar, junto a algunos senadores de partidos provinciales.
Hasta un día antes de la votación poco se sabía, pero ese mismo día comenzó con un escándalo: la senadora Lucila Crexell, del Movimiento Popular Neuquino recibió un pliego para ser embajadora argentina ante la UNESCO, a lo que sospechosamente le siguió su afirmación de que votaría contra la ley. Sorpresivamente, una luz de esperanza apareció por la tarde cuando los dos senadores por la mayoría de Santa Cruz dijeron que no iban a dar quórum a la sesión. Sumados a los 33 senadores de UxP, siendo 35 en total, faltaba solo uno más para que el oficialismo no llegue a los 37 senadores que requiere para dar inicio a la sesión, lo cual hubiese pospuesto el debate. Todas las miradas estaban puestas en el único senador del resto de la oposición que podría llegar a oponerse a la ley: Martín Lousteau, presidente de la UCR. Si bien era real que Lousteau no iba a votar la ley, de hecho lo hizo en contra, tras un breve rato de incertidumbre, confirmó que iba a dar quórum, una posible señal de acuerdo con el gobierno.
Es así como efectivamente, el 24 de junio a las 10 de la mañana, 37 senadores se sentaron en sus sillas para dar quórum y por ende comienzo a la sesión, mientras afuera del recinto comenzaba a juntarse una multitud en rechazo a la ley.
Considerando los 33 votos negativos de UxP, los posibles dos rechazos de los santacruceños y el voto negativo de Lousteau se calculaba que la elección podría salir 36 a 36. Cuando esto ocurre, el presidente de la cámara de senadores, que siempre es el vicepresidente de la nación, debe desempatar la votación, actualmente ese cargo lo ocupa Victoria Villarruel. El problema, es que Milei tenía planeado un viaje a Italia para el mismo 12 de junio. En caso de que Milei salga del país, Victoria Villarruel asumiría como jefa del ejecutivo provisoria y se vería obligada a abandonar su rol en la cámara de senadores. En ese caso, su lugar lo ocuparía el vicepresidente de la cámara, Bartolomé Abdala, senador del oficialismo. El problema es que la constitución nacional no prevé qué ocurre en casos de un empate cuando no está él o en este caso la presidenta de la cámara. ¿Podría Abdala votar como senador y luego desempatar como presidente de la cámara? ¿O se ve imposibilitado de votar como senador al estar ocupando el rol de presidente de la cámara? La realidad es que no está claro. Es por ello que el presidente Milei decidió que hasta que la ley no esté aprobada no iba a viajar al exterior para evitar cualquier situación que sume dudas.
En las afueras se fue congregando una gran movilización. Y no hay que ser ingenuos: es evidente que el miedo a la represión hace disminuir la cantidad de manifestantes. No todas las personas tienen el coraje ni la capacidad mental de soportar una situación de extrema tensión como es una represión policial, menos con los niveles de violencia simbólica y verbales que este gobierno expone cada día. Es por ello que en un contexto de criminalización de la protesta no es menor que la plaza se haya podido llenar.
Y como era de esperar, efectivamente, hubo una brutal represión. Ya desde temprano, como acostumbran a hacer las fuerzas federales desde que Bullrich tomó el mando, realizan un despliegue que roza lo ridículo, con miles de efectivos de la Federal, la Prefectura, la Policía de Seguridad Aeroportuaria y la Gendarmería, por si fuese poco una sola fuerza. No hace falta relatar el sinfín de barbaridades y excesos que las fuerzas represivas realizaron porque ya son sabidas: cordones y empujones innecesarios, gases sin criterio y lo peor de todo: detenciones arbitrarias. Pero lo más grave es lo que vino después: en un más que provocador comunicado se felicitaba a las fuerzas de seguridad por su rol y se acusaba a los manifestantes de querer realizar nada más y nada menos que un GOLPE DE ESTADO. Se ve que para el gobierno todo es golpista, menos el último golpe de estado real que ocurrió en el ́ 76.
Lo dramático es que alrededor de 30 detenidos fueron sometidos a una causa por sedición, incitación a la violencia, alzamiento contra el orden constitucional, daños y portación de material explosivo, todo basado en este más que poco serio comunicado del gobierno nacional. ¿Acaso queda algún rastro de la libertad para manifestarse?
Mientras todo esto ocurría y se “limpiaba” la plaza de manifestantes, el debate prosiguió su curso. Alrededor de las 23 horas llegó el momento de la votación: el resultado, 36 a 36, con un desempate favorable por parte de la vicepresidenta de la nación y presidenta del senado, Victoria Villarruel, quien dió un muy breve pero muy acalorado discurso donde señaló a quienes se oponían a la ley de manera muy violenta.
La Ley Bases era una realidad.
Para colmo, durante toda la madrugada, la votación continuó en su parte particular, es decir título por título.
Lo que se esperaba que fuera un desguace del proyecto original terminó siendo un festival de aprobaciones a cada parte de la ley. Repitiendo más o menos los votos de la parte general, el gobierno y los supuestos opositores lograron aprobar todo casi casi igual. Lejísimos quedaron aquellas palabras que se escuchaban en campaña: “No lo van a dejar hacer lo que dice”.
Es así como las facultades extraordinarias, la reforma laboral, el RIGI y casi todo el paquete fiscal serán reglamentados tras la aprobación o rechazo de los escuetos cambios en la cámara de diputados.
El 12 de junio para muchos va a ser recordado como el día que se aprobó una ley de muchos artículos, o el día de disturbios en la puerta del congreso, o el corolario de una votación un tanto anómala que pasó por de todo.
Pero para muchos de nosotros, el 12 de junio va a ser recordado como el día en que empezamos definitivamente a aceptar que ya no vivimos en una democracia plena. Porque la democracia no es solo ir a votar, dicho sea de paso, para que muchos de los legisladores hagan otra cosa de la que prometieron. La democracia no es solo elegir quién es el presidente o el gobernador.
Para muchos de nosotros, la democracia es la participación popular, es la libertad, pero la verdadera libertad, la capacidad de poder realizarse en una sociedad de manera conjunta.
Hoy, nuestro país es más injusto, porque los ricos van a ser más ricos, los pobres más pobres, porque un trabajador humilde jamás va a poder crecer ni ir a la universidad, y quienes sí pudimos hacerlo tampoco vamos a poder seguir desarrollando aquellas profesiones. Un país donde los recursos del suelo se pueden explotar sin costo alguno por extranjeros que no tienen por qué dejar ni un centavo en el país. Un país que no es soberano.
Y todo, todo, aunque parezca mentira, producto de los votos de nuestros compatriotas y de las acciones de nuestros actuales funcionarios y aliados de dentro y fuera del Estado.
Y si bien vamos a seguir peleándola, a veces se hace difícil. Porque las derrotas puede parecer que nos fortalecen, pero las derrotas eso son: derrotas, y hoy estamos viviendo una muy dura.
Así todo, tristes, con derrotas en la espalda y con miedo, igual, acá estamos y vamos a seguir estando, como siempre, al sur del sur.