Notas | Las olimpiadas de las 64 casillas

Las olimpiadas de las 64 casillas

Hoy según nuestro calendario es 11 de septiembre, con lo cual lo más lógico, sobre todo siendo historiador y docente es que hable del día del maestro, que en Argentina se celebra hoy por el aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento en 1888, figura que daría para debatir horas enteras.

O quizás, podríamos hablar de lo que ocurrió otro 11 de septiembre, pero en 1973, acá del otro lado en la cordillera, cuando las fuerzas armadas de Chile asesinaron al presidente Salvador Allende y dieron un golpe de Estado, uno más de la región pero uno de los más representativos de lo que fueron las dictaduras en América Latina en aquella década.

También, un poco más reciente en el tiempo, un 11 de septiembre pero del 2001 -qué año para nosotros-, ocurrió el atentado a las Torres Gemelas, todo un símbolo de comienzos de este siglo XXI.


Incluso, podríamos hablar sobre la movilización que hoy se dió frente al congreso de la nación para defender la ley de movilidad jubilatoria que el presidente vetó en un acto de crueldad inusitada.

Pero no, no vamos a hablar de nada de eso hoy. Porque hoy, 11 de septiembre de 2024, en la ciudad húngara de Budapest, comenzó el evento deportivo más importante del año: la olimpiada de ajedrez.

En un deporte individual como es el ajedrez, la olimpiada es quizás, junto con el match por el campeonato mundial, el torneo más lindo de todos. Porque acá, a diferencia de casi todas las competiciones, se juega por equipos, y equipos nacionales.

Literalmente todos los países del mundo pueden participar, es así que 194 de ellos están representados. Se juega a 11 rondas en que en cada jornada, cada país se enfrenta a otro en 4 tableros, ordenados por la fuerza de los jugadores. En caso de obtener más de la mitad de los puntos, el equipo se lleva el match y 2 puntos, en caso de empate será un punto para cada equipo. Cada ronda se define el rival por el sistema suizo, que te empareja con otro equipo con -en lo posible- el mismo puntaje que uno. Hay dos categorías, la abierta, donde cualquiera pude jugar y la femenina, exclusiva para las mujeres. Un sistema que despierta polémicas. Si bien busca fomentar el ajedrez femnino dándoles una categoría propia junto a la abierta que formalmente es mixta, la realidad es que es muy extraño ver mujeres compitiendo en la sección abierta. Algo habrá que revisar.

La primer olimpiada de ajedrez se jugó en 1924, hace exactamente 100 años, en París, en paralelo a los juegos olímpicos que se llevaban adelante en esa ciudad, evento en el cual se fundó la FIDE -la federación internacional de ajedrez, por sus siglas en francés-, aunque tanto esa olimpiada, como la de 1926, por su formato individual no se reconocen como oficiales. La primera con todas la de la ley fue en 1927 en Londres, época en la cual se llamaba “Torneo de las naciones”. 

Para sorpresa de nadie, la Unión Soviética es el país que por lejos más veces ganó la competencia en la categoría abierta, con 18 títulos, a los cuáles le podríamos sumar los títulos de los países post soviéticos: 6 de Rusia, 3 de Armenia, 2 de Ucrania y 1 de Uzbekistán. Estados Unidos se ubica segunda, con 8 oros.
En el femenino la superioridad del extinto país soviético sigue firme también, con 11 campeonatos, más 4 de Hungría, 3 de Rusia y 2 de Ucrania. En segundo lugar se ubica la actual superpotencia del ajedrez femenino: China, con 6 títulos.

La última edición, en 2022 fue en India y tuvo uno de esos desenlaces que tanto nos gustan. Estados Unidos llegaba como amplio favorito, potenciado por dos hechos. Por un lado, la expulsión de la Federación Rusa tras la invasión a Ucrania. La otra, la incorporación de estrellas de todo el mundo al equipo norteamericano. Como parámetro, de los 5 mejores jugadores de EEUU ninguno es nacido en ese país. Levon Aronian es armnio, Hikaru Nakamura es japonés,Wesley So es filipino, Fabiano Caruana es italiano, y Lenier Dominguez es cubano.
Así todo, los dólares no fueron suficientes y el torneo quedó en manos de la humilde Uzbekistán un equipo formado de todos jugadores juveniles. Estados unidos no llegó ni al podio, terminó 5to.

La actual edición será la número 45. Y como argentinos podemos destacar algunas anteriores. Por un lado de la de 1939, jugada en Buenos Aires y que coincidió con el inicio de la segunda guerra mundial, lo que llevó a que célebres jugadores europeos se queden viviendo en nuestro país y pasen a conformar el equipo nacional años más tarde, entre ellos el mítico Miguel Najdorf de Polonia.
Gracias al impulso de aquellos jugadores sumado a una generación dorada local nos llevó a tres subcampeonatos seguidos: 1950, 1952 y 1954.
En 1978, en plena dictadura militar y un clima bastante enrarecido, el evento mundial del ajedrez volvió a nuestro país, siendo realizado en el Club River Plate, debajo de las tribunas del estadio Monumental. 

Con el tiempo Argentina dejó su primera línea mundial para pasar a pelear en un segundo pelotón, lejos de los equipos de élite. Si bien hoy, de la mano de Faustino Oro, el maestro internacional más joven de la historia, y de Candela Francisco, campeona mundial sub 20 a los 17 años, tenemos mucha ilusión de volver al primer plano a nivel global.
Pero las políticas estatales no dicen lo mismo, y es que el desfinanciamiento en el deporte es algo más que conocido, lo cual afecta por igual al ajedrez, deporte muy, pero muy popular. Porque a diferencia de muchos otros, son miles las escuelas que lo tienen como una asignatura obligatoria o un taller optativo, llegando a pibes y pibas de todas las edades y clases sociales.

Pero hoy no quiero rescatar el rol educativo e inclusivo del ajedrez, que es real y probado. Quiero rescatar lo más lindo del ajedrez, que es el juego en sí. La capacidad que tienen esas 64 casillas y 32 piezas de abrirnos un universo que a los ojos y la mente humana se nos hace infinito, que intentamos comprender pero no lo terminamos de hacer, que aún al día de hoy, ni la computadora más potente y eficiente del mundo pudo aún resolver el juego. Y es por ello que lo debemos entrenar, estudiar e investigar como cualquier otra disciplina. ¿Pero cómo puede ser? Si somos los propios humanos los que creamos ese juego, con límites y reglas tan definidos, ¿cómo puede ser que hayamos construído un juego y una disciplina que no podemos comprender nosotros mismos? 

¿Y porque es tan bello jugar al ajedrez? Porque aveces, cuando alrededor todo está mal, y el calendario te propone recordar un golpe de estado, un atentado o una represión a jubilados que cobran una miseria, es lindo, aunque sea un ratito, quizás para juntar fuerzas para volver a salir a pelear, sumergirse en ese mundo que se encierra en un tablero, un mundo que es finito e infinito a la vez, que todos y todas pueden ser parte con muy poco, y que siempre, pero siempre, es un placer, sepas poco o sepas mucho, porque en todos los casos, nunca es suficiente.

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