Durante años, Ezequiel Rochistein Tauro creció con un nombre que no era el suyo, en una familia que no era la suya. Su historia estuvo marcada por el dolor de una dictadura que intentó borrar su identidad y la de su familia. Ezequiel, hijo de María Graciela Tauro y Jorge Daniel Rochistein, ambos militantes de la organización Montoneros, fue apropiado durante la última dictadura cívico-militar, en un contexto de represión extrema.
La situación política en Argentina era desgarradora, marcada por la violencia y la persecución a quienes se oponían al régimen militar. El 15 de octubre de 1977, Graciela y Jorge fueron secuestrados en el partido de Hurlingham, provincia de Buenos Aires. Como muchos otros, formaban parte de organizaciones que luchaban por la justicia social, la independencia económica y soberanía política, oponiéndose a las oligarquías explotadoras y dictaduras militares, por lo que fueron perseguidos, secuestrados y torturados a manos del Estado.
Graciela, al momento de su secuestro, estaba embarazada de cuatro meses y medio. Estuvo detenida en un centro clandestino de detención, tortura y exterminio perteneciente a la fuerza aérea, en la Comisaría 3° de Castelar. Luego fue trasladada a la ex ESMA, donde dio a luz, en cautiverio, a su hijo Ezequiel, quien fue inmediatamente separado de su madre y apropiado por el cabo Juan Carlos Vázquez Sarmiento, perteneciente al área de inteligencia de la Fuerza Aérea, que simuló ser su familia biológica junto con su esposa Stella Maris Emadi.
La dictadura utilizó la apropiación de bebés como una de sus estrategias más crueles y como un mecanismo sistemático de represión, con el objetivo de borrar no solo las vidas de sus víctimas, sino también su descendencia, y así desmembrar y destruir toda memoria de resistencia. Ezequiel Rochistein Tauro fue una víctima más del terrorismo de Estado, pero hoy su historia forma parte de la memoria colectiva que se resiste a la impunidad y al olvido.
Dentro de las búsquedas por la identidad, el caso de Ezequiel fue particular. A diferencia de otros nietos recuperados, durante más de diez años, él mismo rechazó la posibilidad de conocer su verdad, enfrentando una lucha interna entre lo que creía ser y lo que la historia decía de él.
Avances en genética y la identificación de nietos
Al inicio de la búsqueda, las Abuelas se enfrentaron al problema científico de cómo identificar a sus nietos sin contar con el material genético de sus hijos. A raíz de este interrogante, acudieron a la comunidad científica internacional, y se logró desarrollar el “índice de abuelidad”, una fórmula estadística que permite identificar a sus nietos/as, con un 99,99% de eficacia en la determinación de parentesco, sin necesidad de la información genética de la generación intermedia. Además, en los años ‘80, las Abuelas se pusieron en contacto con arqueólogos y antropólogos, para localizar y analizar restos óseos de posibles desaparecidos/as.
A partir de ahí se formó el Equipo Argentino de Antropología Forense, que por medio del estudio de restos óseos contribuyeron a la identificación de desaparecidos/as. En algunos casos, a través del análisis de huesos pélvicos se pudo determinar si una embarazada había dado a luz, lo que permitió a las Abuelas saber si su nieto/a había nacido y poder seguir su búsqueda.
La identificación de los nietos/as apropiados se basa en el entrecruzamiento genético. Se toma una prueba de ADN de la persona que se sospecha puede ser hija de desaparecidos/as, y se compara con el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), creado en 1987. El BNDG es un archivo que reúne el material genético y las muestras biológicas de los familiares que denunciaron la desaparición de un niño/a o una mujer embarazada durante la última dictadura y aportaron su muestra de sangre. Además, contiene el perfil genético de todas aquellas personas con dudas sobre su origen que nacieron entre 1975 y 1980.
Durante las décadas de 1980 y 1990, las técnicas de identificación genética eran menos avanzadas, se utilizaban métodos como la Tipificación HLA (Antígenos Leucocitarios Humanos), técnica basada en la compatibilidad de genes inmunológicos, los cuales se heredan de ambos progenitores. Para determinar el parentesco se comparan las muestras de ADN buscando coincidencias en estos genes. Sin embargo, esta técnica tenía un margen de error mayor y requería muestras de familiares directos, lo que complicaba algunos casos, ya que no siempre era posible obtenerlas.
Otro método utilizado en estas décadas fue el RFLP (Polimorfismo de Longitud de Fragmentos de Restricción), que analizaba fragmentos de ADN cortados por enzimas de restricción. Las personas que comparten una relación familiar cercana tendrán patrones similares, pero no idénticos, lo que también presentaba ciertas limitaciones.
En el año 2000, cuando Ezequiel fue contactado por primera vez por Abuelas de Plaza de Mayo, las pruebas de ADN ya habían avanzado significativamente con la técnica PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa) que permite amplificar una pequeña muestra de ADN y realizar muchas copias, incluso si éstas están dañadas o son mínimas, lo que facilita la comparación de los marcadores genéticos, asegurando suficiente material genético para su análisis.
Además, el análisis de microsatélites STR (Short Tandem Repeats) se convirtió en una herramienta clave. Los STR son secuencias repetidas de ADN que varían entre individuos. El análisis de estas secuencias permite determinar con alta precisión el parentesco entre personas.
En los años siguientes, la evolución en las técnicas de ADN permitieron resolver casos más antiguos y complejos. La llegada del NGS (Secuenciación de Nueva Generación), mejoró la precisión en identificación genética, ya que permite leer el ADN de una persona de manera rápida y detallada. Por otro lado, el Análisis de ADN mitocondrial es útil en ausencia de muestras directas de los padres biológicos, porque es un tipo de ADN que se hereda exclusivamente por línea materna, con escasas variaciones entre generaciones. Gracias a esto se pudo comparar el ADN de posibles nietos/as con el de sus abuelas maternas para verificar el parentesco.
Aunque la tecnología ya estaba avanzada, el principal motivo por el cual se retrasó tanto tiempo el proceso de restitución de identidad de Ezequiel no fue tecnológico, sino personal y legal. Por tal motivo, el caso fue elevado a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que se expresó en contra de la extracción obligatoria de ADN. Como alternativa se ordenó un allanamiento para obtener ADN de objetos personales, con el fin de que el proceso sea lo menos traumático posible. Lamentablemente no se pudo reconstruir su perfil genético a partir de estas muestras, por lo que el juez de la causa se vio obligado a tomar otra medida: una requisa imprevista de su ropa, que permitió obtener la muestra de ADN que confirmó que Ezequiel era hijo de Graciela Tauro y Jorge Rochistein.
El caso de Ezequiel Rochistein Tauro es un claro ejemplo de cómo los avances tecnológicos han sido fundamentales en la búsqueda de la verdad, pero también de cómo aspectos personales, legales y sociales pueden retrasar la identificación de las personas apropiadas.
La visibilización de los nietos recuperados y el reconocimiento de sus verdaderas historias, fueron procesos lentos y complejos marcados por distintos momentos políticos y sociales. Ser hijo de desaparecidos/as en los años 2000 no era algo aceptado por todos, teniendo en cuenta que todavía no habían comenzado los juicios por lesa humanidad, se había indultado a 220 militares y seguían vigentes las leyes de impunidad. La verdad de la apropiación de bebés por parte de los militares y la posterior restitución de identidad no era comprendida por gran parte de la sociedad y, en algunos casos, se mantenía una postura de negación de la magnitud de los crímenes de la dictadura, lo que dificultó la aceptación de la identidad de los nietos/as apropiados/as.
Justicia y política: la lucha por la verdad
Con el regreso de la democracia en 1983, el presidente Raúl Alfonsín impulsó el Juicio a las Juntas, que culminó en 1985 con la condena de los principales líderes del régimen, como Jorge Rafael Videla y Emilio Massera. Este juicio fue un hecho que sentó precedentes porque convirtió a la República Argentina en el primer país del mundo en juzgar y condenar a los responsables de un genocidio en tribunales civiles.
Sin embargo, las presiones de diferentes sectores de la sociedad argentina y de las Fuerzas Armadas llevaron al congreso a aprobar las leyes de impunidad. En 1986, se sancionó la Ley de Punto Final, que estableció un plazo límite para la presentación de denuncias contra represores. Luego, en 1987, tras el relevamiento de los carapintadas, un grupo de militares liderados por el teniente coronel Aldo Rico, se aprobó la Ley de Obediencia Debida que eximió de responsabilidad penal a los militares de rangos inferiores, alegando que actuaron bajo órdenes superiores.
Estas leyes limitaron la posibilidad de juzgar a otros represores, obstaculizaron el proceso de justicia y favorecieron la falta de rendición de cuentas. La impunidad se profundizó en la década de 1990, cuando el presidente Carlos Menem firmó una serie de indultos que beneficiaron a los responsables de los crímenes de lesa humanidad, lo que generó un clima de aún más impunidad.
El Nunca Más, informe realizado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), se convirtió en un testimonio clave sobre los horrores de la dictadura. En su prólogo, el escritor Ernesto Sabato reflejó la magnitud de la tragedia vivida en el país: «Nunca más a la violencia, nunca más a la muerte, nunca más al horror de la desaparición».
Las Abuelas de Plaza de Mayo, junto con otros organismos de derechos humanos, continuaron su incansable lucha por la restitución de los nietos y nietas, defendiendo la memoria histórica en un país dividido y marcado por la impunidad entre los años 1980 y 1990.
Finalmente, en 2003, con la presidencia de Néstor Kirchner, el Congreso argentino declaró la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, lo que permitió la reapertura de los juicios por delitos de lesa humanidad y abrió nuevas posibilidades para la justicia. En ese contexto, la restitución de los nietos se convirtió en una causa de interés nacional y una prioridad para el Estado.
La política de derechos humanos del mismo gobierno favoreció la recuperación de los nietos apropiados, brindando apoyo institucional a las Abuelas y a los organismos que luchaban por la verdad y la memoria. Fue en este panorama de justicia renovada que Ezequiel Rochistein Tauro comenzó su camino hacia la restitución de identidad. Su historia fue parte de un momento crucial en el que la sociedad argentina transitó la reconciliación con su pasado reciente, aunque con tensiones y debates.
A medida que los nietos/as recuperados/as comenzaban a conocer su verdadera identidad, el país también comenzaba a reparar las profundas heridas que dejó la dictadura. En este sentido, la restitución de los nietos/as no solo fue un acto de justicia individual, sino también un paso hacia la reparación colectiva.
Como resultado de estos procesos, en 2012, cuando Ezequiel ya había conocido su verdadera identidad, Jorge Rafael Videla, uno de los responsables de la apropiación de bebés, fue condenado a prisión perpetua por su rol en estos crímenes. Este fallo fue un símbolo de la justicia alcanzada, aunque muchos de los responsables siguen libres.
La lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo y de todos los organismos de derechos humanos no solo se centró en la restitución de los nietos/as, sino también en la reparación de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura, un trabajo que aún continúa en la búsqueda de justicia y memoria.
Nuestra identidad no es solo un conjunto de datos biográficos, como un nombre o una historia de vida, sino un vínculo con nuestra historia, es la memoria de quienes nos precedieron y el lazo con nuestra verdad. La lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo y el coraje de cada nieto recuperado en aceptar y abrazar su historia, nos recuerda que, aunque se intentó borrar su historia, la memoria persiste y la verdad siempre encuentra la manera de salir a la luz.
Bibliografía
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