En Argentina, y sobre todo últimamente, un día es un siglo, como diría Chayanne, así que Parece que hubiese sido hace cincuenta años cuando nos contactó la coordinadora de las materias UNAHUR para tener una reunión y organizar el programa de Ciencia del Fin del Mundo: una mirada crítica sobre las hegemonías científicas (weee, paren un poco no será demasiada seriedad?).
La UNAHUR en sí misma es una experiencia increíble. En el predio donde funcionaba una fábrica de salchichas que se incendió, se levantó una universidad, chiquita al principio, intrascendente quizás, pero que para muches de nosotres hizo toda la diferencia. No solo como profesores, sino (principalmente) como estudiantes. Soy docente en la UNAHUR desde el 2021, en medio de la pandemia, cuando empecé a dar clases de química general por videollamada. Para cuando se volvió a la presencialidad, la matrícula había aumentado tanto que ya no entrábamos en las aulas. No solo no entraban mis alumnos de mi comisión: no alcanzaban las horas del día para dar todas las clases presenciales, entonces tuvimos que alternar presencialidad con virtualidad para compartir el uso de las aulas. Eso motivó la construcción de varios edificios y la compra de algunos otros por la zona, para hacerle espacio a les estudiantes.
En todo este tiempo tuve alumnos de muchos tipos: personas que trabajaban todo el día, personas que venían desde lejísimos, personas que vivían en la otra cuadra, recién egresados del secundario y adultos mayores. Hasta tuve madres que cursaban a la par de sus hijas. Tuve gente que había hecho 4 años de bioquímica en la UBA pero habían dejado porque les quedaba lejísimos (desde Hurlingham hasta el centro de la CABA hay como mínimo 2 horas de viaje en transporte público). Gente que había querido estudiar toda su vida, pero la única opción cerca de su casa era la Universidad de Morón, que es privada, entonces se habían dedicado a otra cosa, y habían arrancado la carrera de grandes para poder cumplir ese sueño.
La expansión violenta y hasta a veces caótica de la UNAHUR genera ese paisaje dispar, en el que una profesora de una materia introductoria que es troncal para 10 carreras distintas debe dar una clase que ayude a los más rezagados sin aburrir a los que rindieron química del secundario hace 2 semanas. Y otra cosa que genera es mucho orgullo por saberse parte de algo que, aunque pequeño, es inmenso. De saber que en ese predio donde antes se producían salchichas ahora se produce ciencia, tecnología, graduados universitarios de primera generación, esperanza, sueños, futuro.
Y ya de por sí es una locura lo que acabo de relatar. Sobre eso agreguen la posibilidad de dictar nuestra propia materia, de llevar los debates científicos que damos cada semana en el programa a las aulas.
En la clase de cierre de CFM en UNAHUR, un estudiante nos dijo que estaba muy sorprendido de cómo pudimos dar debates muy, muy serios de forma totalmente poco seria, y siento que es lo más lindo que me dijeron en la vida. Eso fue un poco lo que quisimos armar: una materia donde a través de historias poco serias sobre vampiros, demonios, hombres lobo, pudiésemos dar el debate de fondo que siempre damos en forma de programa: ¿por qué hacemos ciencia? ¿Para qué? ¿Para quién?
Algo que yo amo de la universidad, así como de la escuela, es lo que Dito llama el “público cautivo”, gente que no va ahí por otro motivo que la obligación de cursar. De hecho, no fueron pocos los que el día de la primera clase creyeron que la materia iba a tratar sobre la Antártida, Tierra del Fuego o inminentes catástrofes naturales que acabarían con la humanidad. Por algún motivo, esos son mis alumnes favorites. Porque es la chance que tenemos les docentes de cautivar a alguien que está ahí en ese momento justo y sin ninguna expectativa. La persona que va a tener que participar, leer y dar las discusiones sin saber muy bien por qué. Y el desafío es construir ese por qué. Decirle “quedate a reflexionar un rato que acá hay algo que vale la pena que vos también seas parte, porque tu voz, de esto que no sabías que existía, también es parte y es un gran aporte”.
CFM, la materia fue víctima del violento ajuste que cayó sobre las universidades, y por ahora permanece en suspenso. Pero desde lo más personal, voy a tratar de contar de qué se trató y por qué, más allá de experiencias y aprendizajes profesionales, me parece valioso el planteo.
La materia se enmarca en un ciclo llamado “Materias UNAHUR”, que son asignaturas optativas, generalistas, con la intención de abrir la perspectiva por fuera de los campos específicos de las distintas carreras, y además que exista un espacio de disfrute de la cursada, con menores exigencias en cuanto a evaluaciones, promedios, etc. Considerando la devolución que nos hizo aquel estudiante que mencioné, creo que ese objetivo está más que cumplido.
Planificamos una materia de verano, de frecuencia semanal, que durante 8 clases recorriera diversos temas e historias con trasfondos sociales, políticos, económicos. Usamos algunas de nuestras columnas y textos estrella: demonología, vampiros, craneometría; y también notas de diarios, videos, etc. A ese material lo llamamos “textos problema”, y les sumamos “textos críticos”, a la luz de los cuales analizar los textos problema. Así, por ejemplo, usamos a Oscar Varsavsky para analizar notas sobre científicos multipremiados de la inmunología del cáncer.
Pero no sólo eso. Planteamos la materia también como un espacio donde hacer comunicación de la ciencia, así que dedicamos también tiempo a analizar una variedad de producciones en cuanto al formato, el registro, la estructura y las herramientas a disposición.
Y con todo lo puesto en común, tanto teórico como práctico, la evaluación final consistió en la producción de una pieza de comunicación de la ciencia, donde los estudiantes eligieron el formato, las herramientas, la estructura y el tema, con la condición de que pusiera en juego algunos de los debates y problematizaciones que abordamos durante la clase.
Por sobre todas las cosas increíbles que sucedieron durante la cursada, nos sorprendió (y personalmente voy a decir que me emocionó) el nivel de compromiso de los grupos en las producciones. En escritura, investigación, estructuración, osadía de formatos (hasta hubo un video!), clase a clase los proyectos crecieron desde la idea, el bosquejo, el guión, hasta convertirse en verdaderas piezas de comunicación.
Y es desde el orgullo de haber formado parte de una cursada tan completa, comprometida, pensada y rica, que iremos compartiendo en nuestros canales de comunicación algunas de las producciones de estos nuevos findelmunders (empezando por esta sobre el experimento de Azul), para ilustrar el punto al que quiero llegar en este newsletter: que desde el conurbano bonaerense, y desde las aulas de la universidad pública, gratuita y de calidad, se hace ciencia y comunicación de la ciencia, al sur del sur.